Nadie nace sabiendo cómo gestionar organizaciones, y mucho menos, cómo liderar personas. El pequeño empresario sabe de su trabajo: reformas, construcción, mejora y mantenimiento de sistemas, seguridad en los alimentos, etc… pero no es un experto en gestión, ni en desarrollo de personas. 

Y de hecho, mientras no hay demasiado crecimiento, no hay demasiados problemas de gestión, ni de la empresa, ni del equipo humano. Pero poco a poco, a medida que aumenta el crecimiento de la organización, la complejidad del proceso de gestión va aumentando. El pequeño empresario tiene que pasar de «Atender el Trabajo» a «Organizar el trabajo». Esto implica la necesidad de comunicar a nuevos empleados, que no tienen la misma cercanía con el emprendedor, «el cómo» se hacen las cosas, de un modo objetivo y medible, pues se hace necesario evaluar la «calidad» del trabajo.

Cuanto más crece la organización, mayor es la distancia entre el emprendedor, el equipo directivo (que poco a poco se va formando, normalmente con gente de confianza) y la línea operativa. Y a mayor distancia, mayor necesidad de comunicación, y de objetividad en la misma. Sin ella, la desmotivación y la crítica interna destruyen las ganancias de productividad que pueda traer el crecimiento. 

Aprender, por tanto, a desarrollar habilidades comunicativas, fijar objetivos medibles, empoderar a los distintos equipos de trabajo, etc.. es un largo y arduo camino que los pequeños empresarios han de caminar, si quieren desarrollar organizaciones eficaces, y capaces de ser escalables a medio y largo plazo.